Simultánea

-las islas de la isla-


Gómezdelacuesta



Lo virtual y su completa inmaterialidad, los datos, las experiencias y los sentimientos, aquello intangible que se va sumando a lo determinado, una superestructura incorpórea e insondable que va convirtiendo nuestra evidencia física en una realidad aumentada, multiplicada hasta lo inabarcable en un mundo expandido que apenas es consciente de su indiscriminado tamaño. Paradojas de la contemporaneidad. Más paradojas: una isla, y dentro de la isla, de esa porción de tierra finita, mesurable, perfectamente delimitada y rodeada de mar, muchas otras islas, tantas que no se pueden contar, tantas como los individuos que las habitan o como los recuerdos que dejaron, tantas islas como personas y tantas personas como las que pasaron por ellas. Lo finito conteniendo lo infinito, una playa llena de arena, de miles de millones de granos de arena y, en cada grano, una isla.

De la visión y de la experiencia que van dejando cada uno de los isleños, cada una de aquellas personas que aquí vive y que por aquí pasa, es de donde surge este ciclo de exposiciones que ya cumple su tercera convocatoria. En septiembre de 2010 y siempre para la galería ABA Art Contemporani del Ibiza Gran Hotel, comenzamos esta reflexión sobre las Pitiusas con la colectiva Blanc, un proyecto en el que Michel Buades, Carles Guasch, Gilbert Herreyns, Cis Lenaerts y Enric Riera, desarrollaron una propuesta donde la sal, la cal y sobre todo la luz de nuestras islas comparecían como expresión de algunos de sus paradigmas más característicos. Memòria d’illa fue el nombre del segundo análisis plástico y conceptual, independiente pero conexo, en el que los jóvenes artistas seleccionados, Christian Juan Page, Adrián Martínez y Sara Tur, ibicencos de nacimiento y tan nómadas como la contemporaneidad exige, nos planteaban su recuerdo reciente de una isla con la que, de una forma u otra, siguen conviviendo.

Ahora llega Simultánea, una exposición nacida por obra y gracia de esta inmaterialidad virtual y acumulable que nos conduce a la inabarcable expansión hacia el infinito de nuestra propia realidad física, en ocasiones amplificada y mejorada, en otras desbordada, desnaturalizada y alienada, superpuesta o combinada, desvirtuada o perfeccionada, pero que provoca, sin duda, que cada vez haya más islas dentro de la isla; islas que conviven, que malviven, que impiden, que fomentan, que se imponen, que se someten o que desaparecen, en el mismo momento y con la misma ecuación con la que lo hace el último habitante que creía en ellas. Simultánea no nos habla tanto de esencias ni de recuerdos –que también- si no de presentes, polimorfismos, camuflajes, exhibiciones, virtudes, perversiones y solapamientos, Simultánea nos habla de realidades, ficciones e intuiciones, nos habla de algunas de esas islas que caben en la nuestra.

Y una de ellas, quizás la más conocida, es la que analiza Marcos Torres, esa isla que es un producto, que es una imagen, que vende un estilo y hasta una forma de vida donde todo parece libre, casual y moderno, una isla en la que, en realidad, todo está premeditado y estudiado, absolutamente preconcebido, multiplicado hasta la vulgaridad y repetido hasta la saciedad más cansina. Ibiza puede ser una experiencia única clonada en serie y tu viaje puede ser idéntico al de tu vecino de Londres. Itinerarios fijados y modificables pero sólo en apariencia: todos haciendo lo mismo, bailando lo mismo, comiendo lo mismo, llegando la misma noche y yéndose el mismo día, consumiendo sin salir de los caminos que nos marcan los dj’s de moda, los gurús de la noche y los predicadores del buen gusto, difundiendo una imagen de Ibiza que es la que trasciende, una imagen que existe pero que no es la única, una imagen que, posiblemente, no nos merecemos ¿o tal vez si?

Partiendo de esa Ibiza petarda que oscila entre el producto de masas y lo más profundo de la superficialidad, reaccionando en su contra, reivindicando una de esas otras Ibizas que subsisten más que existen, una Ibiza superviviente que estuvo desde el inicio y que podría habernos bastado, es sobre lo que reflexiona el proyecto de Luana Failla y Paula Serra. Cogiendo toda la iconografía de seducción masiva que emplean las macro-discotecas ibicencas para atraer a su público, las artistas encaminan su reivindicación de lo propio, de lo que no hace tanto tiempo fue una de las esencias de su isla, de aquel paraíso perdido que tuvimos pero que, desgraciadamente, no supimos conservar. A la manera de guerrilla urbana en defensa de lo natural, de lo primigenio, Failla y Serra se apropian de los mecanismos de la propaganda discotequera, de sus atractivos pósters llenos de imágenes, colores y eslóganes, para darles la vuelta y ponerlos a favor de las raíces de la tierra, iniciando una singular ruta que va desde la superficialidad más epidérmica hasta las entrañas más profundas de la isla. 

Y partiendo de la isla y de esa línea de horizonte que, en las islas, siempre es el mar, de ese horizonte permanente e infinito que limita y separa tanto como comunica, que fija los deseos y los miedos del isleño más allá de donde alcanza su vista, y su física, desde ese punto impreciso y subyugante, es desde donde Irene de Andrés comienza a llenar de contenido la metáfora de su isla, de una de sus islas, de una de las muchas islas que alberga esta isla que es la nuestra. Lo infinito conteniendo lo finito, lo finito desdoblándose hacia el infinito, lo infinito como puerta pero también como frontera. El icono es recurrente, viejo como la historia más vieja: la línea del horizonte, de un horizonte marino que comparece como anhelo recurrente, como evasión y como meta, que aparece en los folletos de las agencias de viajes y en los libros de aventuras, en la pintura romántica y en el surrealismo más real, todos usan y todos abusan, De Andrés lo toma prestado y le saca rendimiento, nos da una nueva visión de la isla que deja en evidencia su polimorfismo, su indefinición concreta, su ubicación emocional que hace de la insularidad una cuestión única, una manifestación más de este presente poliédrico sobre el que se está escribiendo nuestro futuro, el futuro de una isla llamada Ibiza.